Al borde del abismo

domingo, 13 de noviembre de 2016

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Nunca le temí a la oscuridad. Nunca le temí a la soledad. Siempre conviví con ellas y disfrutaba su presencia. No temía sonreír , no temía ser feliz, tampoco tropezarme ni llorar.

Hoy me pregunto ¿quién soy? Por más que veo mi rostro en el espejo, no logro reconocer lo que antes fui, no sé en qué momento se perdió ni cómo sucedió.

Al escuchar a la gente reír o incluso llorar, me duele el alma de saber que ellos sí se pueden reconocer.

Siempre fui la hija obediente, la estudiante sobresaliente, la amiga incondicional (y la aburrida porque a veces ser buena amiga está peleado con ser buena hija), reconozco que nunca fui buena hermana, pero en casi todo siempre he sido de las mejores. Y hoy, a mis casi 28 años, me he convertido en la peor, no he avanzado, sigo en el mismo lugar a pesar de sufrir una y otra vez, de luchar, de soñar, de caer, de creer, de desconfiar.

Hoy me doy cuenta que nada de lo que he hecho ha valido la pena. Hoy estoy al borde del abismo. Hoy tengo ganas de sumergirme en él, ya que todos mis intentos por escalar han sido en vano.

Hoy estas lágrimas me ahogan y el dolor de la impotencia me debilita cada día más.

No sé cual sea mi misión de vida. No sé qué lección debo aprender. Pero sé que ser de las mejores en todo, de nada me sirvió. Sólo desperdicié mi vida, mi tiempo, dejé de disfrutar lo que sólo puede vivirse en su momento.

Ahora me duele tanto la soledad, la ausencia de mis sueños. Ahora le temo tanto a la oscuridad. Ahora me veo reflejada en ellas, y su presencia me recuerda quien soy yo. Y lo poco que he hecho de mí.

Y de nada sirve saber todo lo que aprendí, porque el tiempo sigue pasando, porque cada día significa un día menos, un día perdido, un día más cerca de la muerte de los que más quiero... un día que no podré recuperar jamás. Y lo más triste, un día que no quisiera vivir, porque vivirlo desde mi vida, no es vida.